El presidente Petro habla de cambio, pero hemos cambiado para mal. Nos está destruyendo a Colombia': César Gaviria

hace 3 semanas 29

El expresidente César Gaviria se pronunció después de ser reelegido como director del Partido Liberal en la convención que se llevó a cabo en Cartagena este jueves. 

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En el discurso del exmandatario, que no pudo leer por tensiones tras su victoria, le habló duro al presidente Gustavo Petro, a quien había acusado de interferir en las decisiones del liberalismo, y dijo que el mandatario está destruyendo al país. 

Este es el discurso del expresidente César Gaviria tras su victoria

A quienes nos encontramos hoy en este emblemático lugar, donde el liberalismo ha protagonizado importantes gestas, quiero saludarlos y agradecerles por estar presentes para impulsar un nuevo compromiso con nuestro país, con nuestra patria. Hoy nos reunimos bajo un lema que nos llena de esperanza y responsabilidad: “Construir sobre lo construido”.

Así como en el ayer, hoy y siempre estamos llamados a reflejar la esencia de nuestra misión como partido Liberal; preservar y defender los logros alcanzados a lo largo de nuestra historia, mientras seguimos luchando por un futuro de justicia, igualdad, progreso y democracia para todos los colombianos. En la única reunión que tuve con el presidente antes asumir el gobierno, me expreso que él le atribuía los problemas de Colombia a las leyes que yo había impulsado después de la Constituyente.

En particular, aquellas decisiones que permitieron la participación de empresas privadas en la prestación de servicios públicos. Yo le respondí que interpretaba esa postura como una señal de que no habría lugar para mi participación en su gobierno, al menos en lo personal. Aunque esto no implicaba necesariamente una exclusión sistemática, él adoptó esa postura cuando estableció que la presencia de cualquier funcionario de mi partido en el gobierno debía representar un respaldo a su programa de gobierno.

Quiero recordarles que nuestro objetivo supremo es cada colombiano: sus libertades públicas, su prosperidad, su derecho a la igualdad, a la seguridad, y su derecho a la paz. El Partido Liberal ha sido protagonista en los momentos más transformadores de nuestra nación. No suelo hablar de mis logros, pero después de mi elección como candidato, ante el vil asesinato de Galán, quien sacrificó su vida para defender sus ideales, lo recordamos con orgullo y liderando los acuerdos de paz, impulsando reformas económicas y sociales, y promoviendo la creación de la Constitución de 1991, logramos establecer los pilares que hoy nos definen como una sociedad democrática y un Estado de derecho. Nuestra vocación será siempre defender la seguridad nacional y retomar el camino que nos trazó la Constitución de 1991, la cual estableció los derechos individuales y colectivos y su cumplimiento como esencia de la acción del Estado y el cambio de la constitución.

Avanzaremos hasta asegurar los logros del liberalismo y del país, logros que hemos defendido junto a muchos de los aquí presentes y que ahora están en riesgo de perderse. Es evidente que, si no los defendemos, los perderemos, junto con nuestra democracia y nuestros valores tan preciados.

Hoy el país también nos exige autocrítica. Reconocemos que, en este siglo, hemos tenido momentos de desconexión con las demandas más esenciales de los ciudadanos y no siempre hemos estado a la altura de los desafíos que la historia nos ha impuesto. En el último gobierno, no nos opusimos con suficiente fuerza a que se priorizaran los intereses de los más privilegiados, bajo la falsa excusa de que las pequeñas y medianas empresas no buscaban beneficios en condiciones ventajosas.

Nos complace que se esté investigando el uso del software PEGASUS, pero eso no exime a la Fiscalía y al gobierno de su complicidad en el desfalco de cientos de millones en la compra de 40 camiones cisterna que se deshacen en el desierto. A diferencia de quienes buscan perpetuarse en el poder, nosotros reconocemos nuestros errores y aprendemos de ellos. En esta convención, escucharemos a las mejores mentes de Colombia, no para recibir elogios, sino para ser cuestionados y reflexionar profundamente sobre nuestros problemas.

No tenemos soluciones mágicas como las que muchos proponen de forma fugaz, pero sí tenemos una plataforma con los ciudadanos a fin de ver de otras maneras el país, para juntos pensar y conseguir respuestas en beneficio de todos los colombianos, sin exclusiones, sin discriminaciones, sin señalamientos. Y también tenemos vivo y vigente el espíritu liberal de apertura, tolerancia e inclusión que le ha permitido ser protagonistas en cada hito transformador en el último siglo de historia republicana, desde la Revolución en Marcha.

Nos enorgullece ver que seguimos siendo la principal fuerza política de este país, que nuestra presencia en las regiones se ha fortalecido a través de nuestros gobernadores, diputados, alcaldes y concejales, quienes, día a día, reafirman nuestro compromiso con la gente y los principios liberales.

En este momento crítico de la historia de nuestro país, enfrentamos una realidad preocupante. Desde 2022, el país ha soportado lo que sin duda será considerado uno de los gobiernos más flojos y difíciles de entender de nuestra historia. Tras dos años de gobierno, el presidente ha mostrado su incapacidad para gestionar las dificultades actuales, y en su afán por imponer su visión, ha desconocido el orden constitucional, ha desacatado los fallos judiciales, ha irrespetado el Estado de derecho, y ha ignorado las decisiones que se generan en pilares fundamentales de nuestra democracia.

No podemos quedarnos callados ante este tipo de autoritarismos, sin importar de dónde vengan. El presidente Petro ha instaurado el desgobierno en aras de acrecentar su poder personal y favorecer al clan que lo rodea. Yo no pienso que en sus actuaciones haya mala fe. Estoy seguro que él quiere lo mejor para Colombia, pero infortunadamente no sabe cómo hacerlo. Usa una retórica pseudo-democrática para encubrir actitudes y decisiones realmente autoritarias, empleando una narrativa de igualdad y progresismo, apropiándose de las ideas liberales de la Revolución en marcha, pero en realidad busca retroceder al país a aquellas épocas en que los derechos eran privilegios para los amigos del Ejecutivo.

El presidente Petro habla de cambio, pero hemos cambiado para mal. Está destruyendo el sistema de salud, lo cual perjudica sin remedio a los más pobres y a centenares de miles de la clase media. Ha deteriorado los sectores productivos que generan empleo para los más necesitados. Ha roto los principios sagrados de la democracia, como el respeto a la independencia de la justicia y la libertad de prensa, solo para satisfacer sus objetivos personales. Ha osado intentar menoscabar las instituciones, que han mostrado y seguirán mostrando su fortaleza civil y republicana. El presidente Petro nos está destruyendo el país.

El Ejecutivo ha incurrido en graves escándalos de corrupción, interfiriendo en la labor de la Fiscalía y protegiendo al principal responsable mediante maniobras judiciales. Esta situación ha llevado a una justicia selectiva, donde solo opositores son detenidos, mientras los recursos robados siguen sin recuperarse.

¿Será que la Corte Suprema y la Corte Constitucional aceptarán tan torcida interpretación de nuestra Constitución para que el principal culpable y su cuadrilla se salgan con las suyas?

Por otro lado, ha buscado “la paz total” con la que él busca devolvernos la paz y la seguridad a todos los colombianos. El gobierno aboga por una paz total, pero en realidad perdió le ha entregado amplias porciones del territorio nacional a organizaciones criminales, dejando desprotegida a la población civil. Este gobierno no tiene ni la experiencia, ni la capacidad para desarrollar una estrategia de paz, hemos perdido el control territorial y resulta preocupante la desconexión entre las ideas de paz y la cruda realidad que afronta el país. Donde los victimarios se apropian de las tierras de los más desprotegidos, en acciones que dejan en entredicho las negociaciones que dejan más favorecidos a los terratenientes y los despojadores. Hemos de recuperar el papel del Estado, que los gobiernos personifiquen al Estado y no sus intereses, hemos de asumir los compromisos del Estado con sus ciudadanos y garantizar el monopolio de fuerza a las autoridades civiles y militares para garantizar la seguridad y las condiciones para la paz. Esa es nuestra política para buscar la paz.

El presidente Petro se queja de que no lo dejan gobernar, pero es él mismo quien ha instaurado el mal gobierno, generando conflicto, inestabilidad y caos a diario y logra una excesiva presencia en los medios. Se dice respetuoso de las instituciones, pero ataca la independencia de la justicia, descalifica a los medios de información y no soporta la existencia de órganos autónomos en un sistema de separación de poderes. Llama “golpe blando” cualquier decisión de un órgano judicial o independiente. Con esto reafirma su talante antidemocrático. Detrás de esa menuda expresión “golpe blando”, no logra ocultar ni justificar sus malas decisiones. Tan solo reafirma y ocultan su talante autoritario y su sistemática violación de la Constitución.

El Estado colombiano ha sido construido con pesos y contrapesos que no pueden, ni deben ceder ante presiones populistas o demagógicas. Es hora de ponerle freno a tanta destrucción, a tanto desgobierno y a tanta corrupción. Es hora de ponerle freno a la oleada autoritaria promovida por el presidente Petro y empezar a construir un futuro democrático, incluyente sin odios ni rencores, institucional sin idolatrías ni megalomanías personales. Todavía hay tiempo, señor presidente.

El presidente prometió convertirse en un gran líder mundial, pero no solo ha fracasado en ello, sino que ha aislado a Colombia de aliados clave y adoptado posturas que apenen a los colombianos en el escenario internacional. Sus acciones y declaraciones, como pedir que todos los países rompieran relaciones con Israel, han sido ignoradas, al igual que su silencio frente a los actos terroristas de Hamás, los cuales desencadenaron el conflicto actual. Su intento de mostrarnos un mundo de “grises” ha resultado en una postura sesgada, que no solo desvirtúa sus propios objetivos, sino que revela una visión ingenua y equivocada de la realidad.

Nos vendió la ilusión de mejorar la vida de los colombianos, pero ha sumido al país en la postración económica, empujando a miles de nuestros compatriotas a buscar oportunidades fuera de nuestras fronteras. Este año vamos creciendo el 1.9% cuando el año pasado sólo lo hicimos un 0.6%. Es más, el Banco Mundial acaba de confirmar que el desempeño económico de América Latina sigue siendo el peor en el mundo, lo cual le exige maneras distintas para hacer las cosas, y frenar nuestra producción agrícola y minera, como lo interpretan centenares de miles de mineros y campesinos en estos días solo nos llevará a la ruina económica, como en efecto empezó a ocurrir.

El cambio climático demanda acciones urgentes y coordinadas a nivel global. Mientras los principales emisores, como Estados Unidos y China, deben liderar con el ejemplo, Colombia puede aprovechar sus ingresos del carbón, petróleo y café para fortalecer sus finanzas y avanzar en la transición energética y la protección ambiental. La COP16 en Cali fue una oportunidad clave para reafirmar nuestro compromiso con la biodiversidad y el desarrollo sostenible, impulsando el Marco Global de Biodiversidad de Kunming-Montreal. Solo mediante un esfuerzo conjunto podremos enfrentar los desafíos climáticos y construir un futuro seguro para todos.

Ante los últimos acontecimientos, es crucial proteger las finanzas del Estado. No podemos someter el Sistema General de Participaciones a decisiones caprichosas, una reforma que el Dr. Cristo ha impulsado y que fue planteada desde el gobierno de Santos. Sabemos que los municipios son el núcleo de nuestro país y que la descentralización es fundamental, pero no podemos comprometer la sostenibilidad económica, ya en una situación delicada. El ministro Bonilla ha acertado al destacar la necesidad de una colaboración de todos los partidos en busca de una descentralización que no dañe nuestra política fiscal. En 2025 no contamos con suficientes recursos para financiar el presupuesto, y cualquier medida que se tome sin realismo tendrá consecuencias negativas, como han advertido exministros y el director de Fedesarrollo.

El gobierno de Petro insiste en repetir errores del pasado, proponiendo políticas fallidas como su reforma a la salud y atacando las fuerzas que impulsan el crecimiento económico y el progreso social, especialmente a los empresarios y trabajadores que luchan por una mejor vida para sus familias. El Partido Liberal y nuestros aliados tenemos la responsabilidad de frenar esta regresión. Por eso, propongo una consulta abierta en las elecciones parlamentarias de 2026 para elegir un candidato único. Este candidato, respaldado por ciudadanos de todos los partidos, movimientos sociales y líderes independientes, se comprometerá a defender la Constitución, el Estado social de derecho y la democracia. Necesitamos nuevas caras que representen una verdadera renovación y que construyan un futuro mejor para todos los colombianos. Apoyaremos a un candidato único de un frente unido por Colombia, grande, inclusivo y decidido a reconstruir la democracia y recuperar el progreso social y económico.

Luis Carlos Galán nos enseñó que la política debe dignificarse, que es un ejercicio al servicio de los ciudadanos y no de intereses particulares. Sigamos su legado con convicción y firmeza, reafirmando la defensa de nuestra Constitución, de nuestro Estado social de derecho y de nuestras instituciones democráticas. Él sacrificó su vida en nombre de sus ideas. Eso es innegociable. Hoy más que nunca, no claudicaremos: debemos alzar nuestra voz para rechazar cualquier acto de violencia, autoritarismo o sectarismo que atente contra nuestra tradición democrática que eche a la basura su convicción que escuchamos, ya hace varias décadas, en este recinto.

Haremos la coalición más amplia que ha tenido Colombia en su historia resiente con ciudadanos procedentes de todas las vertientes que estaremos unidos por la defensa de la democracia, el total respeto a la Constitución de 1991, el total respeto a las decisiones judiciales provenientes de las altas Cortes y los órganos de control, que no tiene por qué recibir instrucciones del señor presidente. Tales actitudes pueden ser francamente delictivas para ambas partes. Una vez el presidente Petro, termine su periodo, una vez millones de colombianos salgan de la pesadilla en que no ha sumido, sus actos arbitrarios e inconstitucionales desaparecerán de nuestra legislación como cuando se deshace un castillo de naipes.

A mi generación, López nos enseñó a pensar, y Galán a actuar basados en conductas éticas. Aprendimos de ellos a rechazar las imposiciones, los cultos a la personalidad y los dogmatismos. Hemos luchado por el libre examen, el pluralismo, el derecho a disentir y por nunca decirle al rey lo que quiere oír. Y aunque no estemos investidos de más autoridad que la de ser jefes del partido opositor al presidente daremos la batalla para que la democracia colombiana no pierda su rumbo, para que prevalezca el Estado de derecho, para que se acaten las decisiones judiciales, !ara que se defienda nuestra democracia!

¡Sigamos adelante, con más fuerza que nunca, con esperanza, por una Colombia justa, equitativa y democrática!, que nos mantenga dentro del Estado de derecho y fuera de los caprichos corruptos e inconstitucionales que nos quieren imponer.

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